Dicen que Hollywood es la fábrica de los sueños. Puede que sea cierto. Pero quizás, se podría expandir esa idea al cine en general. El cine como fábrica de sueños. Puede no ser una idea excesivamente original. Pero probablemente sea cierta.
Hace unos años, el cine de Aranjuez cerró sus puertas. No ha dejado de ser algo anecdótico para la gente en general. Otro negocio que se va a pique en estos aciagos tiempos que nos ha tocado vivir. Pero todavía hay gente a la que le sigue doliendo esto.
Seamos sinceros: aunque desde este pequeño rincón no defendemos precisamente los derechos de autor: gran parte de la culpa de que en Aranjuez nos hayamos quedado sin cine ha sido gracias a internet y las descargas.
Seamos sinceros: gran parte del cine que se puede consumir en Aranjuez son películas descargadas de la red (y desde este rincón lo seguiremos haciendo, mientras nos lo permitan), pero la muerte del cine de Aranjuez nos ha hecho darnos cuenta de cuánto hemos perdido. Poco a poco vamos siendo conscientes.
Puede haber muchas maneras de huir de la realidad, pero al final elegimos, entre otras cosas, el cine. Las películas siempre han permitido desconectar del mundo real (que bastante jodido es ya de por sí, añadiendo luego lo que cada uno lleva encima) y dejar a un lado todas las preocupaciones.
Creemos en el cine, y no solo en las películas como tal, sino en la experiencia de sentarte con unos cuantos extraños (y algunos conocidos), y compartir momentos de risas, de tristezas, de cabreos, de venganzas, de injusticias, de romances, de acción, de música… en definitiva un momento de una vida que seguramente no nos tocará vivir, o al menos, no de la misma forma que se cuenta en esa pantalla blanca. Pero es ese momento, con esa gente, con la que aunque no quieras, compartes ese sueño que dura unos cuantos minutos y que te hace sentir que tu vida es otra, que puedes quedarte con la chica o ganar al malo de turno.
El paupérrimo mundo cultural de Aranjuez recibió otro clavo en el ataúd cuando unas chapas de madera cerraron las taquillas del cine. Como decíamos al principio, para la gran mayoría fue otro negocio que hacía mucho que no pisaban, y que se fue a pique. La pena es que muchos sueños pasados o futuros se quedaron detrás de esas puertas. Pero bueno, de momento internet seguirá proporcionando la dosis que algunos yonkis seguimos necesitando. Antes pagábamos por ello, ahora ya no nos queda más remedio que hacerlo gratis. Supongo que mucha gente se sentirá orgullosa de cómo se va desenvolviendo todo.
Cuando un tablón anunció que ya no habría más carteles de cine en Aranjuez, el motor de la máquina de los sueños tosió, pero no se parará. Todavía no. Quedan muchos sueños que soñar. Muchas risas que reir, muchas emociones que transmitir, muchos quejas por las malas películas…
Muchos sueños que nunca se rendirán.